(Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!».
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Comentario del Evangelio por
San Maximiliano Kolbe (1894-1941), franciscano, mártir
Conferencia del 13/2/1941
«Tened encendidas las lámparas»¿Qué es lo que hay que hacer para vencer la debilidad del alma? Para ellos hay dos medios: la oración y el desprendimiento de sí. El Señor Jesús nos recomienda velar. Es preciso velar si queremos que nuestro corazón sea puro, pero hay que hacerlo en paz para que nuestro corazón quede afectado. Porque puede estar afectado por cosas buenas o por cosas malas, interior o exteriormente. Así pues, es preciso velar.
De ordinario la inspiración de Dios es una gracia discreta: no debemos rechazarla…; si nuestro corazón no está atento, la gracia se retira. La inspiración divina es muy precisa; igual que el escritor dirige su pluma, así la gracia de Dios dirige al alma. Intentemos, pues, llegar a un mayor recogimiento interior.
El Señor quiere que deseemos amarle. El alma que permanece en vela se da cuenta cuando cae y que, por ella sola, no puede llegar a no caer; por eso siente necesidad de la oración. La súplica está fundada sobre la certeza de que, por nosotros mismos, nada podemos hacer, pero que Dios lo puede todo. La oración es necesaria para obtener luz y fuerza.