(Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenÃa dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. DÃceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creÃsteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».
—
—
«Juan ha dado testimonio de la verdad…; era la lámpara que ardÃa y brillaba» (Jn 5, 35)
Esta lámpara destinada a iluminar al mundo me da un gozo nuevo, porque es gracias a ella que he reconocido la verdadera Luz que brilla en las tinieblas, pero que las tinieblas no han recibido (Jn 1,5)… Podemos admirarte a ti, Juan, el más grande de todos los santos; pero imitar tu santidad nos es imposible. Puesto que te apresuras a preparar un pueblo perfecto para el Señor con unos publicanos y unos pecadores, es urgente que les hables de una manera más a su alcance que no sea tu vida. Proponles un modelo de perfección que sea, no según tu manera de vivir, sino adaptada a la debilidad de las fuerzas humanas.
«Producid, dice él, los frutos que pide la conversión» (Mt 3,8). Pero nosotros, hermanos, nos gloriamos de hablar mejor de lo que vivimos. Juan, cuya vida es más sublime de lo que los hombres pueden comprender, pone sus palabras al alcance de su inteligencia: «¡Dad, dice, los frutos que pide la conversión!» Os hablo de manera humana a causa de la debilidad de la carne. Si todavÃa no podéis practicar el bien plenamente, que por lo menos tengamos un verdadero arrepentimiento de lo que está mal. Si no podéis aún dar frutos de una perfecta justicia, que por lo menos vuestra perfección sea dar los frutos que pide la conversión.